domingo, 7 de diciembre de 2008

Saca la basura

En Orihuela, su pueblo y el mío,
se me ha muerto como del rayo...
(Miguel Hernández, Elegía a Ramón Sijé)

Algo huele a podrido y no es en Dinamarca. —Anda, saca la basura, que hiede y lo ensucia todo.— ¡Ja! Como rata pululante, como gaviota que sobrevuela el vertedero, ya hay quien está a la espera del momio, de lo que se saque de ahí, para tirarse las sobras a la pera. Eso “a la saca”, que dirían Cruz y Raya, los mayores proveedores de pasto intelectual. La elección, como si de atraco a mano armada se tratase, está entre la bolsa –de basura-, donde mete la mano todo dios, y la vida, que es limpieza, aire puro, Agenda 21, Cumbre de Río y Protocolo de Kyoto. Erre que erre, a las tres erres (recuperar, reciclar, reutilizar) se ha sumado una cuarta (robar), así que no nos queda más remedio que abogar por la opción del residuo mínimo.
La cosa da para tanto juego de palabras fácil, que se le quitan a uno las ganas. Y lo de que el tema huela, se presta al ripio grueso y ofensivo para una ciudad y sus habitantes (“la tierra que ocupas y estercolas”) que son las primeras víctimas del desaguisado; conque no seguiré por ese camino. Poco importa si zaplanistas, campistas u hoteleros han utilizado la recogida de residuos urbanos como arma arrojadiza, y que la filtración interesada sea el procedimiento habitual para tirar de la manta, esa manta que se han liado a la cabeza, pero que tapa mucho más que la cara, dura como el cemento armado: da asquito. ¡Fuera de una vez ropajes y envoltorios!
La geografía del trinque, con capital provisional en Marbella, tiene forma de piel de toro. Su morfología es variada, una enciclopedia completa, un exponente acabado del tráfico de influencias, la teoría y praxis de los enjuagues de despacho, de las componendas desde la poltrona, los enredos lucrativos, la construcción del clientelismo y el clientelismo de la construcción. Para el caso que nos ocupa, el vertido de inertes, de escombros, es el epítome de la suciedad. Transfuguismo, amiguismo, nepotismo, chanchullos, trama y urdimbre de las sinecuras, cafelito y canonjías, prebendas, máster en venalidades, despilfarro, especulación y pelotazos urbanísticos, destrozo frío, calculado, inmisericorde, del paisaje y del paisanaje, descaro, compra de votos y arte de torcer voluntades, de poner el cazo y llevárselo crudo. Interceder e intermediar, interponer, gestionar mediante dádivas y propinas. ¡Ah!, y enchufismo, el eterno enchufismo, el omnipresente enchufismo. Chupa del frasco, Carrasco.
Hay un cordón umbilical que une esta corrupción con lo más sucio y abyecto de nuestra historia. Viene de antiguo. En la contemporaneidad, va del estraperlo al juanguerrismo pasando por el fraude del caso Matesa, en el franquismo de los últimos sesenta, en pleno seiscientos. Respecto a sus causas subyacentes, el origen es claro. Su razón de ser puso de acuerdo a los dos genios barrocos del siglo de Oro, culterano uno (“Ande yo caliente/ y ríase la gente./ Traten otros del gobierno,/ del mundo y sus monarquías”) conceptista otro (“poderoso caballero/ es don Dinero”), que en lo demás andaban tan distantes y discrepantes.
Parafraseando a ese actor-escritor-director-pensador-orfebre de las buenas maneras, Fernán Gómez, “¡a la mierda hombre, a la mierda!” ¿Os acordáis de aquello de los Sirex?: “si yo tuviera una escoba...”
P.S. A pesar de lo afirmado, en la asimilación de la suciedad y la corrupción que he hecho más arriba, es cierto que “limpiar”, en sentido figurado, equivale a robar; de donde podría venir el gran interés por adjudicar a un amigo la contrata de las basuras, por recomendarlo. DRAE: “Limpiar: 7. tr. coloq. Hurtar o robar algo.”

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